.

ÉRASE...



 


ÉRASE... EL PATITO FEO


Invirtió su infancia en castings diarios a los que la arrastraba una madre empeñada en llamarla "Princesa" y en que su hija fuera la más bella de la camada. Al colegio sólo iba para exámenes finales y entre sus compañeras la conocían como “La Anuncios”. Dejó el instituto cuando apenas había empezado y de la Universidad le dijeron que era tiempo perdido.
          Obsesionada con que su niña no heredase la carencias genéticas de los progenitores,  su madre le financió una rinoplastia que atajase el perfil griego de su padre y un implante para contrarrestar la escasez pectoral materna. Le iluminaron los focos de la pasarela hasta que le cegaron los de la televisión.
          Le habían dicho tantas veces que no había nadie más guapa que terminó por darse cuenta de que sólo era una fotografía que, cada vez con más frecuencia, pasaba por quirófano para parecerse lo menos posible a ella misma. Terminó por digerirlo con litros de güisqui y coca fina hasta que la anorexia fue el menor de sus problemas.
          Cuando dejó de reconocerse al otro lado del espejo supo que había llegado el momento de escapar.
          Ahora mira con tristeza a las niñas de los anuncios mientras disfruta del postre en cada comida.







ÉRASE… CENICIENTA


Empresario del año busca a la propietaria de unos “Manolos” rojos de la talla 38 de la que desconoce por qué salió corriendo cuando la noche apuntaba maneras.
Joven dependienta de zapatería busca empleo tras perder uno de los zapatos más caros del establecimiento que cogió prestados para colarse en una fiesta de niños bien.




ÉRASE… LOS TRES CERDITOS


Cuando heredaron los tres hijos del mayor constructor de la comarca, decidieron dividir en partes iguales los beneficios obtenidos por su padre durante décadas al frente del negocio familiar.
        El mayor de los tres lo invirtió todo en crear exclusividad, urbanizaciones de lujo lejos de cualquier atisbo de mendicidad. Desde que puso el último picaporte en la última de sus viviendas no había logrado deshacerse de una sola de aquellas jaulas de oro. Aún corren tras él avalistas, banqueros y prestamistas de baja estofa.
        El mediano de los hermanos no tardó en aprovechar los contactos que su padre había forjado en todos y cada uno de los ayuntamientos de la zona durante años de sobremesas y lupanares. A golpe de comisión se hizo con las concesiones para construir cientos de viviendas a bajo coste y, amparado por  la ambición sin criterio, quiso ampliar beneficios recortando en materiales. Un derrumbe, siete muertos y un paisaje con barrotes es todo lo que queda de su inversión.
        El benjamín de los hermanos, en el que el progenitor había puesto todas sus esperanzas, se construyó una pequeña casa en la playa, compró libros para llenar leyendo frente al mar cada tarde de su vida usando como marcapáginas la carta en la que su padre le confesaba su adopción.

                                                                     (Recopilación de microcuentos)