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jueves, 24 de noviembre de 2016

EL ENTIERRO

Tanto le gustaba llamar la atención que el día de su entierro caminaba un par de metros delante de su ataúd.


miércoles, 23 de noviembre de 2016

CÓDIGO 3

Cuando la emisora del coche patrulla informó con velocidad de ráfaga de un “Código 3 con posible víctima por violencia de género”, supo que el caso era para ella. El aviso era en su barrio y, aunque intenta siempre poner distancia entre las emociones y el uniforme, le angustia pensar que la víctima pueda ser alguien conocido. “Llama. No busques excusas. Nada justifica lo que te está haciendo. 016. Es un teléfono seguro. Llama. Te vamos a ayudar”, enumera mentalmente el argumentario que repite cada día en Comisaría. Sube las escaleras pensando que si se hubiese producido esa llamada ahora no estaría allí, armándose antes de entrar en esa vivienda a oscuras, en la que el haz de luz de su linterna le va descubriendo los restos del naufragio, donde el silencio es incapaz de ocultar los gritos recientes que todavía se aferran a las paredes. Y en la cocina, se le desencaja el gesto cuando se encuentra con ella misma, sobre el suelo, con la ropa que tenía antes de salir a Comisaría, justo antes de que fuera demasiado tarde. “Llama. No busques excusas. Nada justifica lo que te está haciendo. 016. Es un teléfono seguro. Llama”.



martes, 22 de noviembre de 2016

NO TE ACERQUES

Asumió que el junco termina por ceder hasta romperse, y que cuando se quiebra suena como su espalda al levantarse de los cartones que más mal que bien la protegen del suelo cada noche. Doblegada la voluntad, vencidas las ganas, la resignación trabaja para acostumbrarla a la rutina de un ver pasar la vida manteniéndola al margen, aprendiendo a sobrevivir con pequeños gestos amables que te regala una realidad que ya no es la tuya. A ella, desde hace meses, la vida en la calle le obsequia con la escena de una madre acompañando a su pequeña Lucía al colegio.

Lucía, una niña de lazo rosa y vestiditos de un barroquismo asfixiado en encajes color pastel, siempre le sonríe al pasar. La madre es una persona que acostumbra a ir corriendo a ninguna parte, ocupada en tener batería en el móvil, gastar una apariencia impecable y no resbalar con las hojas que “ensucian” las calles lo días lluviosos de otoño. Hasta que un día, ayer, Lucía decide saltar del gesto al abrazo y se acerca a la mujer de los cartones, pero una mano la agarra de los volantes que adornan su espalda y una voz severa, arrogante, despiadada le ordena:”¡No te acerques!”.

Un “¡No te acerques!” que suena a: “Huele mal”, “Vive entre basura”, “A saber qué ha hecho para acabar así”, “Habiendo albergues no sé qué hace aquí, manchando las calles”, “Pero cómo permiten que sigan a estas horas con los cartones ocupando la acera”, “No respetan nada", “Les da igual todo”. “Y si les da igual todo, no debería importarles la zona donde duermen”, “Pero siempre están en el centro”, “Seguro que a las afueras tampoco están tan mal”, “Pero no, parece que tienen predilección por los portales de tiendas de lujo y pastelerías de filigrana”…

Y a ella, mal arropada por una manta hecha jirones, ya no le duelen las humillaciones, que son las mismas que escucha cada día en ese barrio de ricos sin dinero ni alma. A ella lo que más le duele es que su hija no le deje abrazar a su nieta Lucía.



viernes, 11 de noviembre de 2016

OPORTUNIDADES PERDIDAS

Pasa la jornada en la estación, anotando los destinos que desaparecen del panel de salidas, y al final del día repasa la lista de trenes perdidos.