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lunes, 9 de mayo de 2011

ÉRASE… LOS TRES CERDITOS

Cuando heredaron los tres hijos del mayor constructor de la comarca, decidieron dividir en partes iguales los beneficios obtenidos por su padre durante décadas al frente del negocio familiar.
            El mayor de los tres lo invirtió todo en crear exclusividad, urbanizaciones de lujo lejos de cualquier atisbo de mendicidad. Desde que puso el último picaporte en la última de sus viviendas no había logrado deshacerse de una sola de aquellas jaulas de oro. Aún corren tras él avalistas, banqueros y prestamistas de baja estofa.
            El mediano de los hermanos no tardó en aprovechar los contactos que su padre había forjado en todos y cada uno de los ayuntamientos de la zona durante años de sobremesas y lupanares. A golpe de comisión se hizo con las concesiones para construir cientos de viviendas a bajo coste y, amparado por  la ambición sin criterio, quiso ampliar beneficios recortando en materiales. Un derrumbe, siete muertos y un paisaje con barrotes es todo lo que queda de su inversión.
            El benjamín de los hermanos, en el que el progenitor había puesto todas sus esperanzas, se construyó una pequeña casa en la playa, compró libros para llenar leyendo frente al mar cada tarde de su vida usando como marcapáginas la carta en la que su padre le confesaba su adopción.

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