62. Después de la tormenta
El Asesor no tardó en entrar en
el despacho del candidato con una orgullosa sonrisa y un “tranquilo jefe,
después del vodevil, las terceras están cada vez más lejos”. Después sacó el cuaderno
de la chaqueta, algo así como su Oráculo de Delfos de bolsillo y le planteó lo
que iba a pasar: “los que lo tienen todo ganado intentarán sacar provecho para
pedir más de lo que merecen, y los que están al borde del cerrado por derribo procurarán
que todos crean que dar su brazo a torcer costará mucho más de lo que realmente
será. Escenificar el abrazo del oso es un puro trámite. Una abstención en
bloque parece conceder más de lo admisible, señalar a seis sería como echarles
a los caballos. Para estos casos la libertad de voto asegurando unos mínimos
suele ser una opción más que razonable y bla , bla, bla…”
Mientras Juan Cuadrado hace
alarde de locuacidad, el candidato, que dejó de escucharle cuando le aseguró
que no habría de nuevo elecciones, mira con cierta envidia a los partidos
grandes, con capacidad para convertir en chirigota sus guerras intestinas, la
reubicación de alumnos díscolos en sus pupitres del Congreso y un ángel caído
abonado al pucherete.
“…bla, bla, bla y mientras todo
esto sucede lo más importante es que tú podrás sine die seguir bebiendo en el
bar del Congreso tus gintonic a precio de saldo”.
EL ASESOR: Diario de campaña (entregas anteriores)
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