No entendía por qué su abuelo se escondía en el sótano, tapándose con furia el rostro con las manos, cada vez que el ruido y el olor a pólvora inundaban las calles del pueblo con los fuegos artificiales del final de las fiestas. Hasta que el pequeño, viendo los informativos, se tuvo que enfrentar a imágenes de guerras que no ha vivido.
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