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viernes, 30 de mayo de 2014

VENTURAS Y DESVENTURAS DE EL TITI Y EL MARQUÉS XLVIII




Manolo acostumbra a echar el cierre tarde, cuando ni siquiera los borrachos violentos albergan esperanzas de que su reducida psicomotricidad les permita oponer la más mínima resistencia. Al grito de: "Venga, que ya es hora de que hagáis algo de provecho", Manolo invita de madrugada a salir del local a lo más perseverante de una clientela remolona pero obediente.
Pero una noche se le quedó en el redil una oveja del rebaño, Juanillo El Tridente. A Juanillo le llamaban así porque su culo no había conocido sillón de dentista y, fruto de aquella desidia odontológica, en su boca ya sólo quedaban un paleto de arriba, una muela y un incisivo tan afilado como sus comentarios.
-¿Y a ti que te pasa? Llevas toda la noche ahí arrinconado con cara de perro al que acaban de apalear. Y lo que es peor, sin hacer gasto. Venga, que cualquiera diría que no tienes casa.
-Ya no.
Juanillo permaneció con la cabeza gacha, aferrado a aquel botellín de quinto vacío desde hacía horas.
-¿Y eso?
-El banco.
Manolo no dijo nada. Bajó una botella de DYC y dos vasos del estante, y sirvió sendas raciones largas de segoviano.
-Esto no ayuda, pero falta un buen rato hasta que abra la sucursal y pueda dejarte lo que necesitas.
Juanillo le miró desconcertado.
-Pero Manolo, ¿cómo vas a conseguir tú el dinero? -preguntó mirando la desoladora imagen de un local que solo podía dar pérdidas e insomnios.
-¿Te he preguntado yo cómo lo perdiste tú? Pues calla y bebe, que aquí ya no hay más que hablar hasta que amanezca.

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