Manolo el de El Tropical tiene la
exclusiva para quedarse con los rabos de los toros lidiados en los festejos
taurinos de la ciudad. Durante la faena, Merodea por el patio de
caballos, más preocupado de que las maniobras de los mulilleros no malogren el
género que de los pases de los maestros en el albero. Y con cada res que cae se encomienda a
lo Más Alto para que ningún diestro se cobre trofeos que vayan más allá de las
dos orejas y la vuelta al ruedo.
Por la noche, con el bar ya
vacío, y como si se tratase de un ritual: se encierra en la cocina, saca el
viejo recetario de su abuelo y se encomienda a los ancestros mientras mete en
la perola aceite, cebolla, ajo, pimentón...
Horas más tarde, las ojeras de
Manolo abren El Tropical. Cuelga en la puerta el cartel que escribió su
abuelo hace más de cinco décadas para promocionar las excelencias de su
producto estrella, y espera el goteo de parroquianos en busca del mejor rabo de
toro de la ciudad.
Cada vez que hay toros, El
Tropical se convierte en una fiesta de barquitos de pan en la salsa y tuétanos chupados. Pero el dueño de El Tropical no podía imaginar
que aquel día de julio, tras una del Ventorrillo, el gris de su local iba a servir de fondo para cientos de arco iris, risas y cuerpos que nada tenían que ver con los que pisan
habitualmente su bar.
Desde una esquina, Ángelines La
Boletos informaba a gritos: "Manolo, que se te ha llenado el bar de
maricones". Los recién llegados, al ver a Angelines, la toman por la travesti pesada incapaz de sacarse el "maricón" de la boca y siguien con la fiesta.
Manolo, al otro lado de
la barra y todavía abrumado por la afluencia de público, termina
por interesarse del porqué del inusitado éxito de la receta familiar.
-Todos hemos entrado esperando
que sea verdad lo que pone el cartel –le contesta con una enorme sonrisa uno de
sus nuevos clientes ante la carcajada unánime del resto del bar.
Entonces, Manolo vuelve a leer el
cartel, incapaz de sacudirse la inocencia con la que un nieto admira
algo hecho por su abuelo: “El mejor rabo, aquí”. Y piensa: "Vamos, por lo mismo que vienen todos estos desde hace años. Bueno, todos menos La Boletos, que lo único que busca es el empujón que nadie le quiere dar".
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