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sábado, 12 de julio de 2014

VENTURAS Y DESVENTURAS DE EL TITI Y EL MARQUÉS LV



Con un ejército de desoficiados, acostumbrados a encontrarse con el repartidor del pan más por robarle horas a la noche que por escuchar el despertador, Manolo solo abre el Tropical antes de las ocho en Sanfermines.
Cuando sube el cierre ya tiene a los incondicionales de los encierros que, en fila de a uno, van entrando, cogen uno de los periódicos gratuitos que Manolo acumula con desgana junto a la puerta y, con el diario enrollado, ocupan su sitio frente al televisor.
Cumplen con el rito de cantar tres veces al Santo en forma de estampita desgastada que Manolo coloca ante la tele. Y, a golpe de chupinazo, emprenden su frenética carrera: en la cuesta de Santo Domingo escuchan tronar de cascos contra los adoquines y los ven venir, enormes y cornalones. En los tramos del Ayuntamiento y Mercaderes, muchos corredores, que les obligan a avanzar a ciegas. En Estafeta, El Marqués pierde pie y El Titi consigue coger toro con el que se ha quedado suelto al caer en la curva. En Telefónica, apenas les quedan pies para llegar a la cuesta abajo que lleva al callejón. Antes de entrar en la plaza el jabonero se revuelve y un colorao ojoperdiz alcanza a un corredor que zarandea junto a ellos. El Titi ve el pitón dentro del muslo de un compañero y colea al morlaco para que le suelte. Por fin, con los toros en la plaza, respiran profundamente y comentan los momentos de peligro en busca de un café y un carajillo que les hagan aguantar el madrugón hasta la siesta a la hora en la que los de purSiempre oro. Un ejército de desoficiados, siempre con la esperanza de, algún día, conocer Pamplona aunque sea desde la talanquera.

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