36. El acta
Ahí está el candidato, traje nuevo, camisa planchada,
corbata verde y muda limpia, frente a los leones. Dispuesto a cumplir con el
mandato constitucional que tantos beneficios confía que le reporte. Como en el
primer día de colegio, el candidato anda perdido sin saber dónde está su clase,
qué papeles tiene que rellenar para matricularse ni dónde hay que recoger la
cartera nueva con el material escolar, así que ha ido de la mano del Asesor
para que le sirva de lazarillo.
Antes de entrar a cumplir con la burocracia, Juan Cuadrado
le frena cogiéndole del codo y le advierte en voz baja: "Deja que pase
primero ese calvo. Que no se note demasiado que estás desesperado por agarrar
el escaño".
Hoy, todos los diputados que van a recoger su acta pasan
inevitablemente por el hemiciclo. Los nuevos suspiran mientras empiezan a
imaginarse cómo debe ser todo aquello, si es cierto lo que les han contado, y
los que repiten resoplan aliviados esperando terminar una legislatura más que
sumar a una jubilación dorada.
Con lo que no contaba hoy el candidato era con un salón de
los Pasos Perdidos repleto de guiños, sonrisas de medio lado y saludos
cómplices de los mismos con los que ya ha coincidido los últimos días en todo
tipo de establecimientos hosteleros aledaños a las carreteras secundarias
próximas a la A1.
"Cuadrado no deja de ser curioso que el primer día de
clase ya conozco a unos cuantos. Ah, y que sepas que me gusta mucho tu idea de
haberles dicho a todos que sí. Ya habrá tiempo de decidirse. De momento, que se
confíen. Por cierto, ¿a cuánto dices que sale aquí el gin-tonic en esta
casa?"
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